lunes, 30 de mayo de 2011

Mi mundo virtual

Mi primer contacto con la Informática lo tuve a los 13 años. Entonces me compraron un Spectrum 48k, que era la hostia. Había también de 16k, pero no lo tenía nadie. Todos teníamos el de 48k y lo usábamos sólo para jugar. De hecho, el que sabía hacer algo más con ese chisme era rarito.


El Spectrum revolucionó el mundo. Necesitabas, además del ordenador, una tele, un casete y muchos cables. Metías una cinta en el casete con el juego en cuestión, te tirabas cinco minutos escuchando ruiditos insufribles y la mayoría de las veces aquello se iba a tomar por culo. Pero cuando cargaba, ahí tenías tu juego magnífico, que se parecía a los de las máquinas de los bares.

Podías grabarte una cinta de 90 minutos con un montón de juegos y, hala, a luchar con el casete y a jugar. Y todo con 48k. Por supuesto, la palabra piratería sólo se aplicaba a las pelis de corsarios. En cualquier tienda te vendían juegos pirateados que casi nunca funcionaban y el Rastro era el paraíso para comprarlos.

Un par de años después de tener el Spectrum hice un curso de Informatica con un Amstrad 64k, que era una mierda pero ya llevaba incorporado el casete, como ocurriría más tarde con el flamante Spectrum de 128k. 'Estudié' Basic y Código Máquina y no me enteré de casi nada, porque yo, como la mayoría, queríamos el ordenador únicamente para jugar. Eso sí, aprendí a hacer dibujitos en binario, con unos y ceros.

El Spectrum pronto se mudo al trastero, que no tenía yo edad de estar todo el día en casa dándole a las teclas, sino mucho mundo real que conocer. Así que desterré la Informatica hasta una década más tarde.

Al terminar Periodismo me compré un Apple y jubilé la máquina de escribir, y eso que la mía era eléctrica, la bomba. Lo usaba, sobre todo, para escribir, para hacerme mis propios periódicos, el currículum o cartas de presentación para mandar a las empresas, por supuesto por correo ordinario. La palabra email no existía.


Durante la carrera había estudiado varios programas: el QuarkXPress, el Freehand y el Photoshop, y en cuarto, debió de ser, tuve mi primer contacto con Internet.

Lo descubrí dentro de una asignatura bajo el nombre de Las futuras autopistas de la información. Allí nos contaban que pronto habría una cosa que permitiría conectarse a cualquier persona del planeta con otra en cuestión de segundos, compartir todo tipo de información, etc, etc.

Era todo de ciencia ficción. De hecho, cuando empecé a trabajar en el Marca, dos años después, en el periódico más vendido de España no había Internet, pero, ojo, ya tenían a un tío sentado al fondo en una esquina que exploraba esas cosas ante la indiferencia y atonía del resto de compañeros.

Dos años más tarde tuve mi primer contacto real con la Red. Por entonces curraba en una revista de fútbol de cuyo nombre no quiero acordarme y había un compañero aventajado que sabía de qué iba eso. Se conectaba a Internet a través de un módem del tamaño y peso de un ladrillo y después de diez minutos de intentos le salía allí de todo, incluso mis reportajes del año anterior en el As, que es donde fui a parar tras mi periplo por Marca. Flipé al verlos colgados en el limbo y el director de la revista me felicitó por estar en la Red, y yo ni lo sabía.

Un par de años más tarde fui uno de los fundadores de 20minutos. Lo parimos el 3 de febrero de 2000 bajo el nombre de Madrid y m@s. La arroba ya le daba un toque de modernidad al asunto, pero no fue hasta 2005 cuando sacamos 20minutos.es. Ya teníamos web. Alucinante.

Eso sí, para meter en la web la misma noticia que metías en un tris en el programa de papel, en este caso el Millenium, había que dar tres mil pasos más.

Hace sólo una década no sabía que yo, que había elegido una carrera de Letras, de darle al coco, de ideas, de creatividad, iba a acabar haciendo más números que Concha Piquer en lugar de juntar letras. De hecho, tras casi nueve años en 20minutos, todos mis trabajos posteriores son en páginas web, porque el papel agoniza.

Redacción de 20minutos. Soy el primero por la derecha.

Ha pasado en casi todas las profesiones en mayor o menor medida. La Informática y sobre todo Internet nos ha convertido en operarios de máquinas y se ha comido de un bocado cualquier atisbo de romanticismo en las profesiones que lo conllevaban.

Pero lo del Periodismo es para cagarse. Internet lo ha devaluado hasta dejarlo en el subsuelo. Y no lo digo porque en la Red pueda escribir de lo que sea hasta el tato, sepa o no de algo, lo digo porque entre los supuestos profesionales ya apenas importa la calidad de las informaciones, que sepas expresarte mejor que otros, que cuentes noticias basándote en la veracidad y la imparcialidad, que te lo curres.

En el Periodismo ahora lo que prima es saber manejar programas, mover URL, ID, editar vídeos y hacerlo más rápido que los demás... Cuantos más entresijos internáuticos conozcas, mejor te irá, y si eres un experto en Internet, dará lo mismo que escribas como el culo. Cómo nos hemos complicado la vida.

El Periodismo se ha estandarizado. Casi todos los medios cuentan lo mismo porque verdaderamente quien informa son las agencias de prensa. Los demás medios copian, cortan, editan o no, y pegan, algunos más y otros menos; y tiran de sus lectores para, con la excusa de darles participación, que éstos le hagan el trabajo que antes hacía un periodista en la calle, que es donde está la vida real.

Os aseguro que hay webs de información que únicamente dan noticias de Efe y Europa Press con más o menos adornos, en ocasiones con ninguno. A los medios ya sólo les diferencia su adoctrinamiento político, que es su manera de valorar esas noticias de agencia.

Ahora todos somos virtuales, que no virtuosos. Estamos en Facebook y Twitter, como poco, y contamos nuestras tontás al mundo porque aquellas Futuras autopistas de la información de las que me hablaron durante la carrera, en lugar de acercarnos lo que han hecho es dejarnos más solos que la una.

Uno puede tener 500 amigos en Facebook y no tener realmente ni un puto amigo de verdad, ni un puto amigo real. Es más, cuanto más te enchufas a las redes sociales, más solo estás y menos real es tu vida.

Aquel Apple que me compré al terminar la carrera, hace 16 años, se lo regalé hace un año a mi sobrino, que tiene 20 años y estudia Ingeniería Informática. Lo tenía en el trastero de mis padres. A mi sobri ese chisme le atraía porque le parece algo así como a mí una radio de los años 50. Y a mi hija, que tiene 7 años, no le sorprende nada que tenga que ver con la tecnología.


Soy de otra generación y he tenido que pegarme con la actual para poder seguir viviendo de la profesión que elegí por vocación, que ya no es la que yo escogí. Es como uno de esos matrimonios caducos que saben que ya poco tienen en común, pero siguen juntos porque un día no fue así.

Si Larra levantara esa cabeza que se voló de un tiro a los 27 años, posiblemente se daría contra un teclado, y comprobaría que quien ahora tiene pluma es porque es muy gay y que un simple "error 404 page not found" es mucho más poderoso que quedarte en blanco, por muy virtual que sea.

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